CAMBRILS
Entre mar, sabores y alma mediterránea
En el corazón de la Costa Daurada, Cambrils conserva algo que muchos destinos de sol y playa han perdido: autenticidad. Pese a su fama como villa marinera, aquí la vida aún se mide por las mareas, el mercado y el aroma del pescado recién traído al puerto. Cambrils no se visita, se saborea. Es mar, historia y ritmo mediterráneo.
Día 1: El puerto, la esencia de Cambrils
La ruta comienza junto al mar, donde todo sucede. El Puerto de Cambrils es el alma del pueblo: barcas que salen al amanecer, redes tendidas al sol, el sonido de las gaviotas y los pescadores charlando mientras descargan la jornada. Desde el muelle, la vista abarca un horizonte sereno que resume la filosofía del lugar: trabajar, compartir, disfrutar.
Pasear por el Paseo Marítimo, entre palmeras y aroma de sal, es la mejor manera de empezar el día. Cafés con terraza, bicicletas, niños jugando y el rumor del mar acompañan cada paso. Al mediodía, el mercado ofrece lo mejor de la huerta y del mar: calamares, langostinos, sepias y la famosa "galera" de Cambrils, reina indiscutible de la gastronomía local.
Cambrils presume —con razón— de ser la capital gastronómica de la Costa Daurada. En el puerto y en el casco antiguo abundan los restaurantes donde el producto manda: suquets, arroces, fideuás y pescados a la brasa que resumen la tradición marinera.
Por la tarde, una visita al Museu d’Història de Cambrils o a la Torre del Port, del siglo XVII, ayuda a entender cómo el mar y el comercio moldearon el carácter de sus gentes. Y al caer el sol, nada mejor que sentarse frente al Mediterráneo con una copa de vino del Priorat o del Montsant, que llegan de las montañas cercanas.
Día 2: Entre historia, bicicleta y gastronomía
El segundo día invita a adentrarse tierra adentro, hacia el Casco Antiguo de Cambrils, un entramado de calles estrechas que conserva la esencia de un pueblo agrícola. En la Plaça de la Vila se celebra el mercado semanal, donde los locales compran frutas, quesos, aceite y pan artesano.
Desde allí, se puede recorrer parte de la Ruta del Aceite, visitando molinos y cooperativas que aún elaboran el oro líquido con métodos tradicionales. El aceite virgen extra de Cambrils está considerado uno de los mejores de Cataluña: afrutado, equilibrado y con el mismo sol que madura los olivos del Baix Camp.
La tarde es ideal para practicar deporte. Cambrils forma parte de una extensa red de carriles bici que recorren el litoral hasta Salou y Miami Platja, perfectos para descubrir el paisaje sin prisas. También se puede practicar vela, kayak o paddle surf, o simplemente dejarse llevar por el vaivén del mar.
De vuelta al puerto, la jornada termina con una cena frente al mar: arroz caldoso con bogavante, pescado del día o una sencilla tapa de chipirones con vino blanco. En Cambrils, cada comida es un homenaje al Mediterráneo.
Día 3: Mar, calma y naturaleza
El tercer día invita a disfrutar de la naturaleza que rodea el municipio. Muy cerca del centro se encuentra el Parque del Pescador, un espacio verde junto al puerto, creado por los propios marineros como homenaje a su oficio. Es el lugar perfecto para descansar bajo los pinos antes de continuar hacia el Parque de Samà, un jardín histórico de inspiración colonial a pocos kilómetros del pueblo.
Para los amantes del mar, la Playa de la Llosa o la Playa del Regueral ofrecen aguas tranquilas y arena fina. Quienes buscan un entorno más natural pueden seguir la costa hasta Vilafortuny o L’Horta de Santa Maria, donde las calas se vuelven más íntimas y el paisaje más salvaje.
El atardecer es el momento más mágico. Desde el rompeolas, el sol se hunde lentamente en el horizonte mientras el puerto recupera el silencio. Cambrils, entonces, muestra su verdadera naturaleza: un lugar donde el Mediterráneo no es solo un paisaje, sino una forma de vivir.
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